Covid y militarismo
Comunicado de AA.MOC (noviembre 2020)
Desde Alternativa Antimilitarista-MOC, un colectivo con cuatro decenios de trayectoria, hemos seguido con gran preocupación la deriva que, muy pronto, tomaron las medidas impuestas por las autoridades competentes.
Ante la emergencia sanitaria provocada por el virus SARS-COV2 y el muy preocupante repunte de medios y medidas militaristas, queríamos denunciar, por la escasa reflexión dedicada al asunto, que las intervenciones de la UME han supuesto un despilfarro de recursos y no se ha conseguido más efectividad que si las hubieran realizado civiles. Ello, a pesar de haber gozado de unos medios privilegiados que no ha tenido el personal especializado (sanitario, de limpieza, o incluso de Protección Civil...) con el fin de hacer una exhibición inaceptable de los militares en las calles, así como de otros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Con este mismo objeto se han militarizado centros de atención sanitaria (IFEMA como caso paradigmático, pero también otros hospitales de campaña) a costa de diezmar, o incluso cerrar, centros de salud, los auténticos referentes comunitarios que habría que haber reforzado inmediatamente.
El confinamiento fue desigual y punitivo, por lo que se ha podido apreciar una represión selectiva hacia la población más vulnerable, con el consiguiente repunte de la aporofobia y la xenofobia.
Desde el principio se pretendió infantilizar a la sociedad, dejándola en manos de “profesionales” entrenados no precisamente ni a curar, ni a gestionar situaciones de crisis. Más bien, a provocarlas. Las acciones han sido consecuentes con una retórica inflamada de brutales metáforas bélicas. El terreno se ha preparado bien, cuando lo que la gente pedía eran más medios para bomber@s, sanitari@s, emergencias civiles... y menos para la UME (con menos de lo que cuesta esta Unidad, por cierto, se podría profesionalizar Protección Civil). La gestión de la pandemia ha sido un ejemplo de militarización social, incluyendo la inédita potestad de los militares para poder identificar a las personas. Hemos perdido muchas libertades, que veremos cuánto tiempo nos cuenta recuperar después de pasados los meses más duros. Por otra parte, ver militares desplegados en las calles produce miedo. Es así. Y una sociedad atemorizada reduce sus posibilidades de acertar en la toma de decisiones.
Esta actuación militarista ha tenido, como consecuencia, la exacerbación de actitudes en la misma línea latentes en ciertos sectores sociales (policías de balcón, por ejemplo). El militarismo polariza, y no cura. Podemos decir, sin miedo a exagerar, que la primera víctima en esta crisis ha sido la empatía.
Por ello, volvemos a exigir la reconversión de la industria militar a industria socialmente útil, la eliminación del gasto militar (cuyo crecimiento ha sido tan imparable como silencioso, amparado por un paraguas mediático y político que siempre ha tenido fuera de foco esta reflexión) y la correspondiente transferencia de ese inmenso gasto diario a las necesidades que diariamente tiene la población, con o sin pandemia.
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